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En este blog comparto en primera persona cómo fue mi salida de España, qué me llevó a ello y como conseguí llegar a mi primer destino: Las Islas Maldivas. Tras un par de años de idas y venidas, mil aventuras y muchos sentimientos encontrados, mudarme a Australia se convierte en mi siguiente meta. Mi historia de amor y la superación a mí misma me llevan a concluir una maravillosa etapa en Sydney, y tras pasar por Singapur y España comienzo una nueva vida en Shanghai, China.

Esta es mi historia, es mi propia experiencia, y viajar por todo el mundo se ha convertido en mi día a día. En este blog narro viajes, aventuras y los itinerarios que he seguido, siempre elaborados por mi misma. Espero que os guste mi aventura por el mundo... y recuerda: ¡que no te lo cuenten!

Welcome to Maldives... the paradise!


Lo primero era mi familia... Tenía que decirles lo que había pasado, tenía que contarles que mi relación se había acabado, que estaba emocionalmente destrozada y necesitada de estar conmigo misma y hacer cosas por mí y poder levantarme de nuevo. Lo más difícil de explicar iba a ser ¡Donde me iba! Ni siquiera yo sabía ubicar las Islas Maldivas en el mapa, desconocía el idioma que allí se hablaba, como eran sus habitantes, como era la vida en un lugar tan especial... pero me disponía a averiguarlo, y tenía que explicarle todo a mi familia sin preocuparles y asegurarme de que ellos confiaban en mí y en que estaría bien, a pesar de las condiciones en las que me iba, pues no tenía ya nada de ahorros, y mi situación emocional era preocupante.

Compré un billete de avión Madrid-Jerez de la Fra. y llamé a mi madre para decirle que iba a visitarle, le conté de manera superficial lo que había pasado y le pedí que por favor no me hiciera muchas preguntas sobre el tema, porque realmente me afectaba mucho y no estaba lista para hablar de ello. Por supuesto que la preocupé, era inevitable.

Alquilé un trastero a las afueras de Madrid para guardar todas mis cosas, no tenía demasiado tiempo para enviar decenas de cajas a Cádiz, así que opté por la opción más rápida, ya que igualmente pensaba estar unos meses fuera y regresar a España, y probablemente Madrid sería la ciudad que elegiría para volver a empezar de nuevo. Soy una enamorada de Madrid y viví en la capital varios años.

Volé a Jerez casi sin equipaje, apenas estuve allí, no había tiempo. Mi madre me recogió en el aeropuerto y fuimos a cenar a un restaurante en medio de la carretera, a un sitio donde servían comida casera, me gustaba todo, el menú de aquel sitio me parecía inacabable. Mientras cenábamos le planteé la situación, le dije que me iba unos meses, que iba a probar suerte, que iba a un sitio donde me iban a cuidar genial, y que si en algún momento no me encontraba bien o no me gustaba, me volvería en el primer avión. A ella no le gustó la idea. No sabía donde me iba, y como era la gente con la que iba a estar. Al día siguiente fuimos a tomar un café con mis tíos y algunos de mis primos, la cosa se complicaba. Hicieron piña, y yo no tenía todas las respuestas a las preguntas que me hacían... por lo que les pedí su apoyo y su confianza, y yo les prometí cuidarme y estar bien. De ahí pasaron a hacer bromas... ¿qué es una familia gaditana si no hacen bromas? me quedé mirándoles mientras hablaban, en tono alto, típico de mi familia y pensé en cuánto les había echado de menos mientras vivía fuera y lo mucho que les iba a echar de menos en los próximos meses fuera de España.

Fuimos a Sevilla a hacerme controles médicos y a informarme en Sanidad Exterior si necesitaba alguna vacuna o tener algún tipo de prevención para el país al que me iba. No tenían demasiada información acerca de Maldivas, cosa que a mi madre, aún le preocupó más. Debe ser que no es un sitio muy común donde la gente se va a pasar una temporada de su vida. Tenía razón, pero tenía que mantenerla tranquila, así que le dije que tal y como nos habían dicho en la consulta, no necesitaba ninguna prevención, sólo asegurarme de que el agua con el que lavaban los alimentos era tratada y todo iría sobre ruedas.

Decidimos aprovechar las últimas horas juntas de tapas por Sevilla y hacer algunas compras. Había leído que Maldivas era un país musulmán, por lo que tenía que llevar los hombros y las rodillas cubiertos por respeto a su religión. A mi madre eso tampoco le daba mucha tranquilidad, pero aún así eligió conmigo algunos modelitos que incluso compramos por duplicado. Fue una tarde divertida, aprovechamos al máximo el tiempo antes de irme y llegó el momento de la despedida. Mi amiga Myriam vino a recogerme, nos conocemos desde que éramos niñas, y la verdad es que nos sentimos como hermanas. Me despedí de mi madre... la dejé triste y preocupada para ser sincera, pero lo hice lo mejor que pude. Estaba segura que ella me entendía...

Mi amiga y yo nos fuimos a cenar a un sitio típico de la tierra, donde nos reímos un buen rato y devoramos todo aquello que el simpático camarero nos ponía sobre la mesa. Después de unas risas, unas charlas, momentos tristes y como no, un "te deseo lo mejor" nos despedimos en la estación del AVE desde donde saldría hacia Madrid. Recuerdo que empezaron a entrarme las dudas, sentía miedo, no por lo que me iba a encontrar, que para nada me asustaba, pero tenía dudas sobre si estaba haciendo lo correcto o no. Mi corazón era incapaz de dejarme pensar con claridad, mis sentimientos eran tan fuertes y me golpeaban con tanta intensidad, que sentí pánico de estar tirando cualquier esperanza positiva por la ventanilla de un tren de alta velocidad sin opción a ser recuperado.

Tenía que seguir, ya no podía echarme atrás, tenía que hacerlo. Y con una maleta llena de ropa, de bikinis que fueron imposibles de encontrar en medio de un lluvioso Madrid que daba la bienvenida al invierno, y un sin fin de cosas que metes en la maleta pensando en un "por si acaso" me fui al aeropuerto dispuesta a conseguir un cambio, dispuesta a encontrarme a la Sandra que no soy capaz de ni siquiera recordar en que parte del camino se quedó. Fue un viaje larguísimo, de malas conexiones y largas horas de escala en dos aeropuertos. Aproveché para hacer algunas fotos, para leer algo más sobre las islas, y tratar de descansar, cosa que apenas pude conseguir.



En el avión tenía una pequeña pantalla en el asiento de delante desde la que vi varias películas, todas en inglés, por lo que no me enteraba de gran cosa, me pase el trayecto jugando con aquel invento. Volaba con Qatar Airways que justo había sido galardonada como la mejor compañía aérea del mundo, y ¡menudo lujo de aviones!

Al llegar a Male, capital de Maldivas, me dije:
Fuerza, tienes que conseguir lo que te has propuesto y no vale echarse atrás.




Acto seguido, lo que recuerdo es correr al baño de señoras, abrir mi maleta e intentar buscar uno de los vestidos que había elegido con mi madre lo suficientemente adecuado para aquel país pero lo suficientemente fresquito para poder soportar las altas temperaturas de aquel sitio. ¡¡¡Que sensación!!!




En seguida un chico se acercó a mi y me llamó por mi nombre, eso significaba que todo iba bien, alguien me esperaba. Ya lo que dijo después de mi nombre, no lo entendí. Debí parecerle estúpida, pues ahí estaba yo, con un vestido rosa, arrastrando una maleta rosa y con un bolso enorme cargado de trastos también de color rosa!

El trayecto desde el aeropuerto hasta el resort en lancha rápida fue muy emocionante. El agua de color turquesa, la transparencia, el olor, la brisa... ¡me encantaba este lugar! Iba con una pareja con una niña pequeña, ella era colombiana y le hablaba en español a la pequeña, y al marido en inglés. En seguida vi muchísimas cabañas sobre el mar, unidas por un puente de madera que llegaba hasta una isla repleta de palmeras, un verde precioso rodeado de una arena fascinantemente blanca. Habíamos llegado, este sería mi nuevo hogar, y era sencillamente el paraíso. La primera parada fue en un embarcadero donde había cuatro personas, algunas de ellas vestidas de blanco, uno de ellos tocaba un tambor, y todos con una sonrisa entrañable. Hice amago de bajarme del barco pero entonces uno de los miembros de la tripulación me paro y me dijo que esperara. Aquello me extrañó un poco, pero me quedé en el barco y me llevaron a Bushi, la isla donde vivían todos los trabajadores.

Al bajar había un chico local, que me esperaba y me ayudó con la maleta hasta que llegué a la que sería mi habitación. El suelo no estaba asfaltado, todo era arena, aunque no blanca como la de la isla anterior. Todo estaba mucho más descuidado, estaba lleno de gente local que me miraba fijamente y murmuraban entre ellos y hacía un calor tremendo. Sólo quería descansar, el viaje había sido demasiado largo. Magoo Nº2 ese era el letrero de madera que colgaba en la puerta de la que sería mi casa. El chico me abrió la puerta, todo estaba oscuro y por lo que pude ver, había alguien durmiendo en una de las camas. Así que dejamos mi maleta dentro y me fui con el chico a que me enseñara donde estaba cada cosa, así podía ir familiarizándome con todo.

No le entendía absolutamente nada de lo que me contaba, me llevaba por la isla, que nos la recorrimos de punta a punta en apenas cuatro minutos, mientras me explicaba donde estaba cada cosa y los horarios oportunos para comer, para ir a la lavandería y de las oficinas. Lo dicho, no me enteré de nada. Al volver a mi habitación, una chica me paró en la puerta y me hizo un par de preguntas que tampoco supe responder, y le entendí que la que sería mi jefa vendría a visitarme para enseñarme donde iba a trabajar y las instalaciones del resort. La cosa se complicaba por momentos... y yo solo quería dormir.

Ni siquiera deshice la maleta, la deje en la puerta, junto a una estantería llena de sandalias de todos los colores y un tendedero de madera repleto de bikinis. Al entrar vi 3 camas separadas apenas un metro una de la otra, la única que parecía no pertenecer a nadie era la del medio, así que me arriesgué a utilizarla. Ni siquiera me di una ducha, no vi el baño, me tumbé en la cama, cerré los ojos y caí rendida... Después de 24 horas de vuelo ¡por fin había llegado!


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1 comentario:

  1. Nenita...solo puedo decir que quiero más...ya sabes que yo me tiraria horas escuchandote. Y digo muy bien escuchandote, xq en mi cabeza te oigo a ti contandome la historia, cm cuando nos sentamos en una cafeteria, en pleno centro de tu adorada madrid, y nos pasamos horas hablando y riendo...

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