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En este blog comparto en primera persona cómo fue mi salida de España, qué me llevó a ello y como conseguí llegar a mi primer destino: Las Islas Maldivas. Tras un par de años de idas y venidas, mil aventuras y muchos sentimientos encontrados, mudarme a Australia se convierte en mi siguiente meta. Mi historia de amor y la superación a mí misma me llevan a concluir una maravillosa etapa en Sydney, y tras pasar por Singapur y España comienzo una nueva vida en Shanghai, China.

Esta es mi historia, es mi propia experiencia, y viajar por todo el mundo se ha convertido en mi día a día. En este blog narro viajes, aventuras y los itinerarios que he seguido, siempre elaborados por mi misma. Espero que os guste mi aventura por el mundo... y recuerda: ¡que no te lo cuenten!

¡Bienvenidos a Anantara!

Uno a uno se fueron bajando de los barcos, saludando a la fila de managers que les esperaban en el embarcadero de nuestra preciosa isla y recibiendo una toallita fría con olor a limón para que se refrescaran de las altas temperaturas que teníamos en Maldivas por esas fechas. ¡Bienvenidos a Anantara! Y tras pronunciar esas palabras, se quedaban parados a mi lado, ¿hablas español? a lo que contestaba, "soy española". Estaba feliz, mi sonrisa venía directamente del corazón, sinceramente disfrutaba con aquello. Tener tantos españoles en aquel diminuto lugar del mundo era como traer un poco de mi hogar a donde tan lejos me había ido.


Pasaportes, llaves para las habitaciones, explicación sobre la isla donde iban  a pasar los siguientes días, el itinerario que tenían preparado y contestar muchas preguntas fue lo que hicimos en los primeros treinta minutos. Acto seguido se fueron acercando uno a uno a hacerme la obligada pregunta: ¿De donde eres? ¿Y que hace una gaditana en Maldivas? 


No soy capaz de describir la sensación que tenía, pero me gustaba, me sentía muy cercana a ellos y fueron unos días fabulosos para ambas partes. Trabajé duro, pues me iba a la cama cuando el último decidía que ya era hora, después de tomarse unas copas en el bar de la piscina, y me levantaba cuando el primero quería ver amanecer mientras desayunaba junto al mar en nuestro restaurante de la playa. Españoles, que gran cultura la que propagamos por allá donde vamos. 


Es divertido ver como se ve desde fuera el tipo de persona que damos a entender que somos los españoles. En mi resort, he aprendido algo muy importante y con lo que disfruto muchísimo y es a identificar los rasgos de personalidad de cada nacionalidad. Podría deciros como son la mayoría de los rusos, árabes, turcos, indios, americanos, canadienses, franceses, griegos, italianos, suecos, australianos, alemanes... y un sin fin de nacionalidades que pasan por nuestras playas de coral. Eso me encanta. Sencillamente me parece fascinante poder identificar el carácter de una persona tan solo con mirarles e saber de donde son. Me ayuda a saber como tratarles, a anticiparme a los hechos, a hacerles sentir mejor entendidos en un sitio tan alejado de sus hogares. Y eso, también nos pasa a los españoles...

Tenemos fama de fiesteros, es nuestra etiqueta por excelencia, y de habladores. Gente simpática y gran amantes del fútbol. Muy resumidamente, así es como nos ven fuera de España. ¡Que grandes somos!

Fueron unos días de mucho trabajo, de pocos días de sueño, de correr de un lado a otro y de hacer avances con el inglés... Durante los días que nuestro resort estuvo lleno de españoles apenas tuve tiempo para nada, pero lo disfruté muchísimo. Todos me decían que era muy valiente habiéndome venido tan lejos de casa a empezar esta aventura, me deseaban lo mejor y juntos disfrutamos de unos días estupendos en las Islas Maldivas. Viví historias de amor que empezaban en ese viaje, a manos de los más jóvenes del grupo, conocí matrimonios perfectamente compenetrados que disfrutaban de una vida juntos, vi como parejas fingían ser felices en un entorno de hipocresía, familias unidas que disfrutaban de las vacaciones... y todo aquello me hizo pensar inevitablemente en mi situación personal. Quería ser feliz, quería tener una persona a mi lado con la que compartir mis alegrías, con la que apoyarme en los momentos difíciles, con la que fuese posible disfrutar de los momentos que nos brinda el día a día... empezaba a echar de menos mi vida en España, empecé a echarle mucho de menos a él. 

El contacto con mi ex seguía vivo, hablábamos a menudo, no se si era bueno o malo, pero lo hacíamos. Me sentía como si supiese que no tenía sentido pero como si no pudiese parar de hacerlo. En el fondo siempre deseé que todo cambiase, que todo mejorara, que no me hiciese más daño y que pudiésemos ser felices algún día. Sinceramente creía en ello.


Mientras los días pasaban en Maldivas, los españoles vieron pequeños tiburones de punta negra por todo el atolón, cogían kayac y rodeaban las diferentes playas para hacer esnórquel y disfrutar de los cientos de peces de colores que habitan en el mar, se tostaron bajo un sol abrasador sobre playas de coral, disfrutaron de un agua cristalina y de unas temperaturas envidiables. En definitiva, disfrutaron de las maravillas de las Islas Maldivas, y yo me sentí muy feliz de compartirlo con ellos. 




El último día, madrugué bastante, apenas había salido el sol cuando tenía puesto mi uniforme y estaba sentada en el ferry de las 6 de la mañana para cruzar a Dhigu, la isla donde yo trabajaba. La recepción del resort se fue llenando poco a poco y todos empezaron con las despedidas. ¿Quieres que llevemos algo a España? Pero lo que de verdad necesitaba es que me hubiesen traído algo de nuestro país, como echaba de menos el queso, el pan, el jamón, la tortilla de patatas... No, gracias. Disfrutad de España ¡vosotros que podéis! Volvimos a hacer la fila de managers en el embarcadero y uno a uno fuimos colocándolos en los barcos con destino al aeropuerto. Sinceramente empezaba a gustarme mucho la que sería mi función aquí... empezaba a sentirme muy a gusto con lo que hacía. 

Y pensaba: Gracias por esta oportunidad, la pienso aprovechar al máximo. 

A partir de ahí tenía unas semanas hasta que el siguiente grupo de españoles viniese, así que aprovechaba para estudiar inglés, me pasaba las horas en la "oficina" traduciendo palabras e intentando memorizarlas, le preguntaba a mis compañeros que si podían leerlas, así anotaba como sonaban... apuntaba cada cosa nueva que me decían y su significado. Cuando llegaba a casa, repasaba todas esas notas una y otra vez y siempre con la televisión en inglés de fondo. 


Cuando iba a la cantina con alguno de mis compañeros, simplemente les escuchaba, apenas entendía nada, y ellos intentaban que yo hablase, me pedían que lo intentara, que era la única forma de que pudiese empezar a comunicarme y así lo hice, poco a poco empecé a hablar, a preguntar cosas, incluso a ser yo la que comentaba lo que ellos decían. Fueron tiempos difíciles, pero que ahora los recuerdo con una sonrisa. 

Un día mi compañera Iryna me preguntó con quién me pasaba tanto tiempo hablando en español, y siempre parecía enfadada y que a veces incluso lloraba. Le dije que era difícil de explicarle por mi escaso nivel en el idioma, pero me convenció y me dedicó un larguísimo café en nuestra cantina hasta que le conté el verdadero motivo por el que necesitaba cambiar de aires, poner tierra y agua de por medio y que fuese tal la distancia que aunque tuviese la tentación de volver, me resultara francamente complicado hacerlo.  

Aquella noche lloré mucho, muchísimo, me daba mucha pena todo. Conseguí explicarle como me sentía y las enormes dudas que tenía en mi cabeza. Fue entonces cuando recibí mi primer abrazo, el abrazo que tanto necesitaba en aquel momento. 

Me pasaba noches enteras hablando con él, discutiendo nuestras diferencias, tratando de entendernos, de llegar a un punto de entendimiento, pero no había forma de conseguirlo, éramos demasiado diferentes y nuestras prioridades en la vida parece que eran totalmente opuestas. 

Así fueron mis primeras semanas en Maldivas, estudiando, trabajando, llorando y aprendiendo de un lugar tan maravilloso como son estas islas. Había noches que me pasaba muchísimo tiempo mirando el cielo, nunca he visto más estrellas y con tal brillo como las que veo en el cielo de Maldivas. La luna aquí parece que ilumina tres veces más, tanto es, que hay noches que la única luz es la de la luna y parece que pasee por una avenida sin gente pero con las farolas blancas encendidas. 


Hay algo que me llamó mucho la atención una noche en la playa de Dhigu, cuando ya teníamos el segundo grupo de españoles aquí, y fue que desde el bar de la piscina, veía como una línea muy poco definida, dibujaba la línea de la orilla. Pensaba que me fallaba la vista pero después de un largo rato mirando aquella línea me acerqué a comprobar de cerca de que se trataba: Plancton. Diminutos puntos de luz que se acercaban a la orilla y dibujaban la línea que llamaba mi atención. Las noches son tan cerradas, que cualquier luz parece aún mas fuerte de lo que puede ser... Era plancton, me acercaba a tocar alguna de estas diminutas lucecitas y desaparecían en el inmenso mar... Maldivas, todo un descubrimiento natural. 


Piscina del hotel, de fondo el mar y la hamaca


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2 comentarios:

  1. Quiero masssssssssssssss!!!!!!!!!!!!!!!

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  2. Jajajaja muchas gracias Nuria! La verdad es que me anima muchísimo a escribir personitas como tú! Un besazo preciosa

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